miércoles, 20 de noviembre de 2019

BONUS TRACK

Hoy en el Páramo Literario celebramos que hemos superado ya las 3.000 visitas al blog, un objetivo difícil de pensar cuando empezamos allá por febrero de 2016 con aquella ya lejana reseña de Pyongiang de Guy Delisle.

Por este motivo planteamos un post especial en este blog, que los que nos conocen ya lo saben, y para los que no nos conocen es, ante todo, un blog en el que se habla de literatura mediante las reseñas que un servidor humildemente se atreve a colgar. Quería retomar aquí un tema que dentro de la literatura me ha fascinado y soliviantado a partes iguales, dependiendo de la ocasión; el título de los libros. En la reseña de El Cementerio de los Reyes Menores de Zoran Malkoc ya se pergeñaba una opinión al respecto. Sin embargo, me gustaría en la entrada de hoy ampliarla.

Así, el título de un libro puede ser, en mi opinión, una potente llave de acceso no sólo a un libro, sino incluso a la obra de un autor o autora, a una saga o cualesquiera otro artefacto que pueda servir a nuestra pasión lectora. Y digo todo ello porque, de igual manera que he sido capaz de leer libros -y algunos de ellos muy buenos- única y exclusivamente porque su título me resultaba sugerente, llamativo o cautivador. Tengo la persistente sensación de que también he dejado de lado grandes obras por el nulo efecto que ha producido el título sobre mí.

Considero que los autores y autoras -según sea el caso- han de ser capaces de crear ese título que sea a la vez aforismo y poesía, que sintetice, sugiera y atraiga al lector hacia su obra. El buen o mal gusto a la hora de titular una obra no es algo que a mi juicio pase o deba pasar inadvertido al lector, no al menos al perfil de lector crítico y con gustos formados.

El título de una obra literaria es, a mi juicio, lo que un pórtico de entrada a un templo. Tiene que atraer al fiel -el lector- a la vez que insinuar la belleza de lo que encontrará una vez traspasado el acceso al templo -el libro-. De esta manera, no es lo mismo acceder a la bella Catedral de Santiago por el majestuoso Pórtico de la Gloria que por la puerta trasera de la sacristía, a pesar de que ambas sean opciones validas a la misma finalidad, acceder al edificio. Y ahí reside la verdadera cualidad y trabajo del artista -el escritor- en sugerirnos, en susurrarnos mudamente que accedamos a conocer y a admirarnos con su historia...con su obra.

El Páramo Literario da las gracias a todas aquellas personas que con mayor o menor asiduidad os habéis acercado a nuestros inhóspitos parajes lectores. También me gustaría aprovechar para animaros a hacernos algún comentario sobre obras, entradas, reseñas o el blog en general y que hagáis llegar vuestra opinión que se agradece y no poco a este lado del Páramo -sólo si así lo tenéis a bien algun@. Salud y esperamos pronto tener más libros para reseñar.

Os dejo aquí algunas obras cuyos títulos me parecieron una obra de arte en miniatura:

Me llamo rojo. (Orhan Pamuk, premio nobel de literatura 2006)
La hija del Este (Clara Usón)
El cementerio de los Reyes menores. (Zoran Malkoc)
Los Pilares de la Tierra (Ken Follet)
El nombre de la Rosa (Umberto Eco)
El olvido que seremos (Héctor Abad Faciolince)