Autor: Andrea Camilleri.
Año de Publicación: 2003.
Editorial Salamandra. 238 págs.
Hoy reseñamos el primer libro en este blog -estoy convencido que no será el último- del maestro de las letras italianas, el incombustible Andrea Camilleri. Una novela, por cierto, muy amena y entretenida.
El argumento del libro pivota en torno a la figura de Giovanni Bovara, un inspector de hacienda de ascendencia siciliana criado en Génova que será enviado a Sicilia para supervisar el sistema de molinos del Estado en esas tierras después de que sus predecesores fuesen encontrados muertos en extrañas circunstancias. Al poco de tomar posesión de su nuevo cargo, Giovanni se dará cuenta de que hay un sistema organizado para defraudar al Estado con su epicentro en la oficina recaudatoria que él mismo dirije. Esta circunstancia unido a un temperamento incorruptible le granjeará no pocos problemas y enemistades en una tierra donde la violencia es un recurso habitual como método para resolver las disputas.
No obstante, el principal aporte de esta novela es el de ser un cuadro de situación de la Sicilia de los años posteriores a la unificación italiana culminada en 1870 -la novela se sitúa en el año 1877-. Siguiendo con el símil pictórico sería una obra a medio camino entre el costumbrismo y el realismo, que plasma la capacidad de los terratenientes -representado por la figura del cacique Cocó Aflitto- para controlar absolutamente todos los resortes del poder (económico, político, medios de comunicación y la cotidianidad de la gente que vive bajo sus dominios, el poder de decisión sobre quien vive y quien muere) con unas instituciones estatales ineficaces, corruptas y supeditadas a su poder. Pinceladas de incultura, humor, bandolerismo, violencia, pistolerismo, egoísmo, hipocresía y infidelidad completan este fresco de la vida provinciana en la Sicilia de la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de todo y tras hacer ver lo que no es valiéndose de ese poder proto-mafioso y casi total, Aflitto y sus secuaces desconocen que el inspector Bovara es un avezado jugador de ajedrez y, consciente de su inocencia, se guarda para dar jaque al rey, el último y definitivo movimiento del caballo.
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