miércoles, 18 de octubre de 2017

MALERBA. VIDA A MUERTE EN SICILIA.



Autores: Giusepe Grassonelli y Carmelo Sardo.

Año de Publicación: 2016 (en España).

Editorial Malpaso. 351 págs.

Una especie de siniestro leitmotiv recorre las obras que sitúan su acción en el Mezzogiorno italiano, una sombra que se cierne inexorable sobre estas regiones y que consecuentemente impregna en mayor o menor medida la producción literaria de los autores de cabecera de estas tierrras: Sciascia, Camilleri, Saviano, Grassonelli y Sardo, entre otros muchos nombres se encuentran entre aquellos cuyas obras tratan, unas veces en primera persona otras como sencillo telón de fondo para la acción literaria, pero siempre presente; la violencia mafiosa que se abate sobre la región de forma secular.

La primera advertencia es que este libro no es una novela, es una autobiografía, y de las potentes, la de un tipo criado en un pueblo de Sicilia al que sus vecinos y amigos apodaban cariñosamente malerba. Desde pequeño, Giuseppe lleva a cabo pequeñas correrías que con el tiempo se irán haciendo más graves e importantes. Hasta el punto en que, Giuseppe, perseguido por la justicia italiana, se ve obligado a "exiliarse" en Hamburgo ayudado por la red de amistades de la familia.

Una buena parte del libro se desarrolla en esta misma ciudad alemana; Grassonelli nos ofrece una vívida imagen de ella, de su hampa y de sus bajos fondos: Sexo, drogas, alcohol, dinero, prostitutas y amoríos, discurren estructuradamente a lo largo de la narración otorgándole un punto de morbo e interés innegable. No obstante, hasta este punto el libro no dejaría de ser la biografía, eso sí intensa, de un trilero siciliano afincado por problemas menores con la justicia italiana lejos de su país.

Todo cambiará radicalmente con la vuelta un verano a su pueblo natal para visitar a su familia. El último día de su estancia, su abuelo, su tío y varios primos son abatidos por una emboscada de la Cosa Nostra, el propio Grassonelli es herido y sale vivo de milagro y a partir de ese momento se convertirá en objetivo de la mafia sin saber, siquiera, por qué motivo ha ocurrido todo ello.

Grassonelli tras huir de nuevo a Hamburgo y ser perseguido por la mafia hasta allí, se dará cuenta de su condición de enemigo a batir, descubrirá los nimios -en cualquier otro lugar- desencuentros entre un familiar suyo y un mafioso que han desencadenado toda la carnicería, y tomará conciencia del hecho plausible de que si no opone resistencia, sólo es cuestión de tiempo que la mafia lo cace y acabe con su vida.

"El problema es que no puedo librarme de mi destino; hacerlo implicaría desentenderme de una elección vital que afecta a mi propia existencia: si no acabo con mis enemigos, ellos acabarán conmigo. Así pues ¿qué elección me queda?"

Su apellido lo condena a muerte, el estado italiano lo persigue y además en la Sicilia de los años ochenta una gran parte de la policía se encuentra en connivencia con la mafia, con semejante panorama el lector empatiza con el protagonista y llega a comprender el porqué Grassonelli se enzarza en un enfrentamiento armado con la potente mafia siciliana y encabeza (sin quererlo) la Stidda una organización que se opuso a la Cosa Nostra y a la que mantenía unida una única premisa "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" como el autor mismo reconoce.

Grassonelli pretende expiar (al menos en parte) con la escritura el pesado lastre que soporta, lleva desde 1992 en régimen de ergastolo ostativo, es decir, un severo régimen de cadena perpetua por asesinato con agravante de asociación mafiosa y no colaboración con la justicia, porque Grassonelli no es como se dice en la jerga criminal italiana un pentito (arrepentido), no es este un libro que transpire arrepentimiento, no deja traslucir orgullo tampoco por lo que hizo, lejos de eso. Sencillamente él expone en sus términos porqué se vio abocado a hacer lo que hizo.

"Eliminé personalmente a algunos capos de la Cosa Nostra que reinaban plácidamente en sus respectivos pueblos (donde reinaba la <<tranquilidad>>, la suya) y desde donde ordenaban homicidios y masacres en otros lugares, preocupándose únicamente de mantener ciertos equilibrios. Habían sido ellos, los capos, quienes habían dado el visto bueno al exterminio de mi familia. Mandé a unos cuantos a reunirse con el Señor. Sucia carroña"

Creo que para el autor poder compartir su escritura y sus reflexiones tiene un importante punto catártico, más allá de eso creo que también que son pertinentes a la par que interesantes las reflexiones finales del autor acerca del sistema judicial y penitenciario de un país como Italia, cuya finalidad debe de ser reinsertar al preso y, sin embargo, le niega a él, una persona reformada e instruida a día de hoy y con ganas de devolver a la sociedad parte del daño causado, su libertad. Se pregunta legítimamente si un sistema así puede llamarse democrático.

No es esta la única paradoja que presenta un libro más que recomendable y buen merecedor, a mi parecer, del Premio Leonardo Sciasia de literatura que le fue concedido en 2014. Nada más y nada menos.


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