Autor: Marcos Chicot
Año de publicación: 2016.
Editorial Planeta. 759 págs.
Entrando en harina, cabe decir que el hecho de hacer que discurran a lo largo de una sola obra personajes de la envergadura histórica de Fidias, Pericles, Platón, Eurípides, Isidoro de Mileto, Aristófanes o Mirón. Y que además tenga de protagonista a Sócrates y las circunstancias que rodean su muerte, a priori, supone un material narrativo con un tremendo potencial, pero también me da la impresión de que supone una responsabilidad que se puede volver en contra del autor si no se maneja ese material narrativo con la suficiente solvencia.
Cabe decir que en este punto Chicot sale relativamente airoso del envite, ya que, aunque algunas de las apariciones de estos personajes están puestas ad hoc en la novela, debido al trasfondo didáctico que la obra posee y éstos están algo faltos de profundidad, el cuadro general resultante es bastante aceptable. Algunos de ellos protagonizan poco más de lo que sería un cameo en el lenguaje cinematográfico, aunque otros sí que están más y mejor desarrollados con papeles importantes en la trama principal.
He oído en algunas entrevistas al autor que pretendía también con este libro superar el escenario de la Grecia clásica como mero telón de fondo donde se desarrolla la acción del libro y que el lector se imbuya de su espíritu y se traslade al lugar de los hechos mediante elaboradas y precisas descripciones, muy visuales de esas ciudades clásicas de Atenas y Esparta. He de decir que en mi caso no lo ha logrado. Es decir, de haberse tratado de otro personaje histórico, la misma trama argumental podría haberse situado en cualquier otro espacio geográfico e histórico perfectamente y hubiésemos tenido una buena novela en un contexto, no tan sugerente, pero igualmente válido.
Dicho esto, creo que es de justicia resaltar el despliegue de documentación y la sensación de verosimilitud de la novela, quizás sea este el aspecto más meritorio de toda la novela, aquí el autor sí que demuestra conocimiento de lo que se lleva entre manos, un esfuerzo de investigación ímprobo y un ánimo de ser fiel al espíritu clásico realmente notables, lo cual es un aspecto central en la concepción de una novela histórica, al menos bajo el criterio de un servidor, quizás condicionado por mi formación en historia.
Asimismo, me ha parecido muy interesante a efectos didácticos que ayuden a superar esa visión idealizada de la democracia clásica ateniense, las reflexiones sobre ésta que se hacen en un momento del libro como dictadura de los demagogos, que en ocasiones comportaba errores de cálculo y políticos, tan o más desastrosos, que en otros sistemas políticos más autoritarios.
También ayuda la lectura de un libro como este a la desmitificación de la Esparta -cuanto daño ha hecho la película de 300- desmontando esa supuesta pureza espartana que no tiene ningún empacho en recibir el dinero y las naves persas con tal de acabar con el poderío imperial de la talasocracia ateniense.
En fin, reflexiones que surgen en torno a la lectura de una novela histórica con mucho potencial didáctico, pero en parte también lastrada en su ritmo, precisamente por ese ánimo didacticista del autor que deja lo que podía haber sido en una excelente novela histórica en una notable novela histórica. Eso sí, muy meritoria en su dibujo de un gran fresco sobre la antigua Grecia. No le perderemos la pista a Marcos Chicot en sus próximas incursiones novelísticas en el campo de la historia.
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